El ojo de John Berger

El desnudo femenino en el arte occidental ha sido representado para cumplir las expectativas de lo que quiere ver el espectador, de los deseos del espectador. Durante la Edad Media, cuando el arte era un medio de comunicación religioso, la Eva bíblica era la mujer a quien se representaba desnuda, desnudez la suya -y la de Adán, el seducido- llena de oprobio y vergüenza por haber osado interesarse y haber mordido la manzana del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Desde el Renacimiento, se incoporaron más temas a la tradición pictórica, sobre todo mitológicos, como excusa para pintar mujeres desnudas y provocar un gran deleite visual en el espectador, quien deseaba contemplar un mujer sumisa y expectante, receptora de su autoridad y fantasías. Todo esto lo explica John Berger en su fabuloso ensayo Modos de ver.

Mirada olímpica

El denominador común que tienen la mayoría de desnudos femeninos desde el Renacimiento y hasta la Olympia de Manet es que la mirada hacia el espectador está hueca, no pertenece a un sujeto que mira sino a un objeto que es mirado. Y los objetos no tienen juicio ni pasiones, aunque pueden ser receptores de ambos, según el contexto en que se los sitúe.

Que pertenece a un sujeto que mira y no a un objeto que es mirado.

La Olympia rompió la tradición del desnudo ideal por haberle pintado Manet unos ojos humanos, llenos de inquisición y desafío. Inauguró el género pictórico de la mujer que mira subjetivamente, sin ambages, que, al principio era, de manera recurrente, una prostituta, suponemos que porque ya no es una inocente sino una Eva seductora, con conocimiento de causa, expulsada del Paraíso de la ignorancia.

Así que Desayuno sobre la hierba se entiende ahora mejor: Manet ha pintado una alegoría de la historia de la pintura al óleo y de las relaciones de poder, en la que unos hombres totalmente vestidos conversan como si tal cosa, mientras la mujer totalmente desnuda mira la espectador, para quien ha sido pintada, con ojos bastante llenos, se puede decir, con ojos que sabes que preferirían estar fuera de contexto.

Lo que significa estar desnudo

John Berger consideraba que para que un cuerpo desnudo se convierta en un desnudo artístico –nude– es necesario verlo como objeto y no como sujeto; sin embargo, para él, estar desnudo –naked– significaba algo maravilloso: “estar desnudo es ser uno mismo, es estar sin disfraces; incluso puede verse como una forma de vestido”.

Políticas del óleo

El espejismo de las vanguardias del siglo XX nos hace olvidar a menudo que el arte ha sido siempre un instrumento más de poder, utilizado de manera muy concreta para justificar un determinado orden del mundo. “El arte hace que la desigualdad parezca noble”, escribió John Berger en Modos de ver, “y las jerarquías conmovedoras”. Es más, la relación entre la propiedad y el arte es indisoluble además de crucial para comprender la evolución del arte en Occidente.

La pintura al óleo fue, hasta las vanguardias, una celebración del estatus social y de la propiedad privada. En ella quedaban representadas las jerarquías de poder de cada época y, sobre todo, los cuadros solían mostrar las posesiones de alguien, de un espectador-propietario que, obviamente, era poderoso y rico. El arte por el arte no aparece hasta la modernidad, cuando las vanguardias se posicionaron en contra del susodicho espectador-propietario y eliminaron la idea de creación, recepción y difusión del arte como coto social; de ahí que la función social y política que cumplía la pintura al óleo tradicionalmente haya sido asumida desde entonces por la publicidad y los medios de comunicación.

En Ahora la artista soy yo. El arte cuerpo en las vanguardias del siglo XX, de Eva Appel (Ediciones Franz, 2020)

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