La Decimonovena Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos prohibe a los estados y al gobierno federal negarle el derecho al voto a los ciudadanos de los Estados Unidos en base a su sexo. Fue presentada en el Congreso en 1878 pero fallaron múltiples intentos de aprobar el sufragio femenino hasta que la Casa de Representantes lo concedió el 21 de mayo de 1919, seguida por el Senado el 4 de junio, y después fue enviado a los estados para que la ratificaran. El 18 de agosto de 1920, Tennesee fue el último estado en ratificarla, por lo que la Enmienda fue adoptada oficialmente, cuarenta y dos años después de su proposición, el 26 de agosto de 1920.
Hasta 1776, las mujeres habían podido votar en varias de las colonias pero, hacia 1807, esta potestad ya había sido erradicada. Según Wikipedia, fue en Nueva Jersey donde se autorizó accidentalmente el primer sufragio femenino en 1776 porque se usó la palabra ‘personas’ en vez de ‘hombres’ pero, efectivamente, volvió a prohibirse en 1807. En 1853, la provincia de Vélez, Santander, en Colombia, “concedió el voto a las mujeres, aunque la norma fue derogada por la Corte Suprema porque violaba el orden nacional”. Ahora bien, en 1861, en Australia del Sur se reconoció un tipo de sufragio femenino restringido. En 1869 se instauró el sufragio ‘igual’ en Wyoming, sin diferencias de género, pero todavía con diferencias raciales, puesto que ni mujeres ni hombres negros podían votar. En 1893 se aprobó en Nueva Zelanda el sufragio femenino sin restricciones gracias al movimiento liderado por Kate Sheppard; pero aunque las mujeres podían votar, no pudieron presentarse a elecciones o ser elegidas para un cargo político hasta 1919. En Finlandia, en 1907, las mujeres pudieron por fin votar e incluso ocuparon escaños en el parlamento; y pronto ocurrió lo mismo en Noruega y Suecia. En 1917, los revolucionarios rusos les otorgaron el derecho al voto a las mujeres.
En definitiva, el hecho de que la Primera Ola feminista termine con la aprobación de la 19ª Enmienda a la Constitución americana es un poco forzado y muy anglocéntrico, pero bueno. El caso es que para las elecciones presidenciales de 1920, 26 millones de mujeres americanas fueron llamadas a las urnas.
La cuestión de la Decimoquinta Enmienda
Sin embargo, resulta que la Decimoquinta Enmienda, que había sido ratificada en febrero de 1870, prohibía que el gobierno federal, o cada estado, le negara el derecho al voto a un ciudadano (con ‘o’, o sea, masculino) basándose en su raza, color o condición de servidumbre previa. Justo acababa empezar la Reconstrucción tras la Guerra Civil (1861-1865) y se estaban debatiendo los derechos de millones de antiguos esclavos. La Decimotercera Enmienda había abolido la esclavitud y servidumbre involuntaria, excepto como castigo por un crimen; el Senado la aprobó el 8 de abril de 1864 y el Congreso el 31 de enero de 1865. Un par de años más tarde, la Decimocuarta Enmienda concedió derechos de ciudadanía e igual protección ante la ley a los antiguos esclavos; fue adoptada en julio de 1868 pero ha sido amargamente discutida, litigada y profanada.
En todo caso, cuando la Decimoquinta Enmienda fue aprobada, se produjo una fractura en el movimiento por el sufragio femenino. Susan B. Anthony y Elizabeth Candy Stanton hicieron un llamamiento para que se garantizara el derecho al voto de las mujeres, ofendidas de que se les hubiese garantizado primero a los hombres negros y no a las mujeres blancas. Prominentes abolicionistas como Wendell Phillips y Theodore Tilton se reunieron con ellas para que entraran en razón porque no había llegado todavía el momento de conceder el sufragio a las mujeres. Philips estaba en contra de combinar ambas causas y le negó la financiación a la American Equal Rights Association, nuevo nombre que recibía la organización de Anthony y Stanton, decididas a luchar por el sufragio universal e igualdad de derechos de todos los ciudadanos. Lucrecia Mott, Lucy Stone y Frederick Douglass pertenecían a la Asociación. Pronto iba a dividirse en dos facciones que, aunque perseguían el objetivo del sufragio universal, lo hacían con enfoques dispares. A Lucy Stone no le importaba que los hombres negros hubieran podido votar primero ni que se mantuvieran los vínculos con el Partido Republicano y el movimiento abolicionista. Anthony y Stanton estaban convencidas de que la emancipación de negros y mujeres debía ocurrir a la vez pero, al mismo tiempo, empezaron a remar hacia un movimiento independiente que ya no hiciera depender el feminismo del movimiento abolicionista. “Divide y vencerás”, está escrito en El arte de la guerra, deLao Tsé.
Nada más y nada menos
Anthony y Stanton emprendieron la publicación de un periódico titulado The Revolution en Nueva York, en 1868, dedicado a derechos de las mujeres, especialmente al sufragio. Su lema era:
“Hombres, sus derechos y nada más; mujeres, sus derechos y nada menos”.
Al principio su tono era radical pero la creciente deuda financiera forzó a las fundadoras a transferirle el periódico a Laura Curtis Bullard, quien le imprimió un tono más moderado hasta que finalmente cerró la aventura dos años más tarde. En mayo de 1869, Anthony, Stanton y demás activistas formaron la National Woman Suffrage Association NWSA y, en noviembre del mismo año, Lucy Stone y Julia Ward Howe formaron la American Woman Suffrage Association (AWSA).
Durante décadas ambas asociaciones se relacionaron de manera hostil y partisana. La Decimoquinta Enmienda provocaba un choque frontal. Anthony y Stanton se oponían radicalmente, e hicieron campaña en contra porque, dijeron, “emancipar a todos los hombres mientras se excluye a todas las mujeres, creará una aristocracia de sexos al otorgarle autoridad constitucional a la idea de que los hombres son superiores a las mujeres”. Por su parte, Lucy Stone apoyó la Enmienda pero dejó claro que opinaba que el sufragio femenino sería más beneficioso para el país que el sufragio de los hombres negros. Otro motivo de fricción era que la NWSA era independiente políticamente pero la AWSA estaba vinculada al Partido Republicano. La NWSA tenía el objetivo de conseguir el sufragio a nivel nacional; la AWSA prefería la estrategia de estado en estado. La NWSA tenía objetivos más amplios que el mero sufragio, como la reforma de la ley del divorcio o igual salario para las mujeres. En resumen, durante veinte años, cualquier acercamiento fue imposible, hasta que, en 1890, se fusionaron ambas organizaciones en la National American Woman Suffrage Association, NAWSA, liderada por Anthony y Stanton. Anthony se había convertido en una figura política muy relevante en el país a pesar de ser una mujer soltera, en una época en que las solteronas eran todavía consideradas una anomalía. Invertía en la Asociación lo que ganaba como conferenciante. Ella y también Stanton, recorrieron el país para difundir sus ideas, organizando conferencias, convenciones, haciendo lobby en el Congreso y participando en campañas.
Cuando se celebraron los 100 años de Independencia, en 1876, la NWSA pidió permiso para presentar una Declaración de Derechos de la Mujer en la ceremonia oficial en Philadelphia, pero su petición fue rechazada. Aun así, Anthony y otras activistas se subieron al estrado durante la ceremonia y le entregaron la Declaración a los oficiales. Luego, fuera de la sala, en un escenario improvisado, la declamaron ante quien quiso escucharlas. Sus esfuerzos se vieron recompensados cuando Wyoming concedió el derecho al voto a las mujeres en 1869; y Utah, en 1870. En 1885, un grupo asociado de granjeros, apoyaron el sufragio femenino. Y el Sindicato de Mujeres Cristianas Temperance, la organización de mujeres más grande el país, también lo apoyó.
En el año 1872, por lo menos cincuenta mujeres de Rochester, entre ellas Anthony, se registraron para votar en las elecciones presidenciales de ese año. En su colegio electoral, catorce mujeres, incluida Anthony, convencieron al oficial para que les permitiera emitir su voto, pero en otras urnas, otras activistas fueron rechazadas. El día 18 de noviembre de 1872, Susan B. Anthony fue arrestada por haber votado ilegalmente. Su juicio subsiguiente, generó una controversia a nivel nacional. Ella lanzó un discurso titulado “¿Es un crimen que un ciudadano de los Estados Unidos vote?” en el que declaraba que “ya no le iban a pedir a los legisladores o al Congreso” que les otorgara el derecho al voto sino que “hago un llamamiento a todas las mujeres para que ejerciten un derecho al voto que ha sido descuidado durante tanto tiempo.” El juicio United States vs Susan B.A nthony empezó en junio de 1873 y fue seguido ampliamente por la prensa. Al principio, el juez Ward Hunt se negó a permitir que ella testificara y pidió un veredicto de culpabilidad. Pero el tercer día le preguntó a la acusada si tenía algo que decir y ella respondió con un discurso en el que dijo tener sus derechos como ciudadana “pisoteados, al despreciarse todo principio vital de nuestro gobierno: mis derechos naturales, mis derechos civiles, mis derechos políticos, mis derechos judiciales, están siendo ignorados”. Se quejó de que le hubiera negado un juicio con jurado aunque, incluso si se hubiera permitido, al no poder las mujeres participar en jurados, tampoco sus pares habrían podido opinar. Cuando el juez Hunt le condenó a pagar una multa de $100, ella respondió que “nunca pagaré un dólar de su injusta multa” y, efectivamente, nunca lo pagó. Si el juez le hubiese enviado a la cárcel hasta que pagara, ella habría llevado el caso al Tribunal Supremo.
Una revolución tan grande
La Exposición Colombina Mundial o Feria Mundial de Chicago de 1893 fue una gran cita de múltiples congresos internacionales, especializados por temas. En el último momento, el Congreso decidió que tenía que reconocer el papel de las mujeres, gracias al activismo que hizo Susan B. Anthony entre las mujeres de prominentes políticos y jueces de la Corte Suprema, que a su vez presionaron a sus maridos. Se destinó una gran estructura conocida como el Edificio de la Mujer, diseñado por Sophia Hayden Bennett, para presentar reuniones y exposiciones para mujeres. Dos asociadas de Anthony organizaron el World’s Congress of Representative Women, sentando delegadas provenientes de 27 países. Las sesiones fueron atendidas por 150.000 personas y el sufragio femenino se discutió en cada sesión.
Susan B. Anthony falleció de una neumonía a la edad de 86 años en marzo de 1906. Unos días antes, con motivo de su cumpleaños, había alabado a todas aquellas activistas que habían colaborado con ella a favor de los derechos de las mujeres: “Con semejantes mujeres consagrando su vida a la causa, fracasar es imposible.” Colorado e Idaho habían otorgado el voto y pronto lo iban a hacer otros estados grandes; las mujeres casadas habían avanzado en sus derechos; y muchas profesiones podían contar mujeres entre sus practicantes. 36.000 mujeres asistían a la universidad; sólo hacía unas décadas el número de universitarias era exactamente cero.
“El mundo nunca ha visto una revolución tan grande como esta que ha ocurrido en la esfera de la mujer en los últimos cincuenta años”, dijo Anthony hacia 1904. Porque, lo más importante de la revolución, ocurría en la esfera del pensamiento: “tras creerse durante mucho tiempo las mujeres que su solo propósito era servir al hombre, después de 40 años de agitación, la idea que empieza a prevalecer es que las mujeres fueron creadas para sí mismas, para su propia felicidad, y para la prosperidad del mundo”. La 19ª Enmienda se conoce coloquialmente como Enmienda Susan B. Anthony. Cuando fue aprobada en 1920, la NAWSA se transformó inmediatamente en la Liga de Mujeres Votantes.
Desobediencia sufragista
La madre de Alice Paul era miembro de la NAWSA y la niña Alice asistió con ella a numerosas reuniones de sufragistas. Su abuelo había sido fundador de Swarthmore College, que ella atendió para graduarse en Biología en 1905. Luego hizo un master en la Universidad de Pensilvania, en políticas, sociología y económicas y atendió otras universidades. Para ganar dinero realizaba trabajo social aunque muy pronto se dio cuenta de que no se podía cambiar el mundo sólo mediante el trabajo social. La primera vez que oyó hablar a Christabel Pankhurst fue en la Universidad de Birmingham y cuando se mudó a Londres para estudiar sociología y económicas en la LSE, se unió al grupo sufragista Women’s Social and Political Union que lideraban Christabel y su madre Emmeline. Alice Paul fue arrestada con frecuencia durante las manifestaciones sufragistas y cumplió tres sentencias de cárcel. Empezó vendiendo una revista sufragista por la calle y conoció de primera mano la animadversión que el movimiento provocaba y el abuso al que se sometía a muchas mujeres activistas. Pero a ella no le importaba ponerse en peligro físico con tal de que el movimiento ganara visibilidad. La policía le arrestó varias veces, recibió palizas, fue detenida, fue condenada a trabajos forzados. En total fue arrestada en Inglaterra siete veces y encarcelada tres. En prisión aprendió tácticas de desobediencia civil de primera mano con Emmeline Pankhurst. Lo primero era exigir en el arresto ser considerada prisionera política para no ser cacheadas ni encerradas con el resto de presas, no tener que vestir el uniforme de la prisión ni ser sometidas a alimentación forzosa durante las huelgas de hambre. Aunque muchas veces no conseguían el estatus de prisioneras políticas, sí conseguían cobertura mediática. Durante una huelga de hambre, Alice Paul fue forzada a alimentarse y desarrolló una gastritis severa que afectó su salud para el resto de su vida.
Al regresar de Inglaterra en 1910 hizo un PhD en sociología en la Universidad de Pensilvania. En su disertación, ‘La posición legal de las mujeres en Pensilvania’, analizaba el movimiento en América y sentenció que el sufragio femenino era el asunto más importante de la época. Empezó a dar conferencias con la NAWSA y organizó la Procesión por el Sufragio Femenino de 1913, en Washington, un día antes de la inauguración del presidente Wilson. Consiguió reunir a 8.000 sufragistas provenientes de todo el país, que desfilaron por Pennsylvania Avenue en lo que fue calificado por el New York Times como “uno de los espectáculos más impresionantes y bellos que se hayan visto nunca en este país”. Habían bordado e impreso múltiples pancartas y banderolas; la pancarta principal decía: “Demandamos una Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, emancipando a las Mujeres del País”. La Procesión fue encabezada por la abogada laboralista Inez Muholland, vestida de blanco, sobre un caballo blanco. Desgraciadamente, algunas líderes feministas (entre ellas Alice Paul) quisieron que mujeres negras y blancas desfilaran segregadas, e Ida B. Wells no pudo marchar desde el principio con la delegación de Chicago.
Ida B. Wells era periodista y líder en el movimiento por los derechos civiles. Fue muy activa en el movimiento sufragista y fundó la NAACP o National Association for the Advancement of the Colored People. Había nacido en la esclavitud en Holly Springs, Mississippi, en 1862, por lo que, siendo muy pequeña, fue ya emancipada por ley. Perdió a sus padres siendo muy joven y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos. Se instaló en Memphis donde empezó a trabajar como profesora y fundó el Memphis Free Speach and Headlight Newspaper, donde se informaba de incidentes relativos a la segregación y a las desigualdades. En los años 90 se dedicó a investigar los linchamientos que llevaban a cabo los blancos del Sur sobre los negros emancipados con el pretexto de que cometían crímenes cuando en realidad se trataba de una medida de imposición de terror por sentir los blancos amenazada su hegemonía debido a la nueva competencia económica y política por parte de los negros. Así que las oficinas del periódico de Wells fueron destruidas por una turba como represalia por sus crónicas. Sometida a amenazas constantes, se mudó a Chicago, desde donde continuó luchando por los derechos civiles toda su vida.
Veamos cómo se las gastaba Ida B. Wells
El día 4 de mayo de 1884, un conductor de tren de la Chesapeake&Ohio Railroad le ordenó que se levantara de su sitio en el vagón de primera clase para mujeres y que se moviera al vagón de fumadores, aunque estaba lleno. El año anterior, la Corte Suprema había fallado en contra de la Ley de Derechos Civiles de 1875, la cual prohibía la discriminación racial en los lugares públicos; el veredicto de la Corte le daba la razón a aquellas compañías de ferrocarril que preferían segregar a los pasajeros. Cuando Wells se negó a obedecer, el conductor y otros dos hombres la echaron bruscamente del tren. El incidente fue descrito por ella en una crónica que publicó en el semanario The Living Way de Memphis. La crónica le hizo ganar notoriedad y además contrató un abogado para demandar a la compañía. Ganó el caso el 24 de diciembre de 1884 y el juez le garantizó una compensación de $500, pero la compañía apeló a la Corte Suprema del estado de Tennessee y ganó, por lo que se revirtió la primera sentencia y se le obligó a Wells a pagar las costas. Como no podía ser de otra manera, esto le causó una gran decepción. Ella siguió escribiendo artículos para The Living Way y para el Evening Star de Washington. Es en 1889 cuando invirtió y se convirtió en editora del mencionado Free Speech and Headlight de Memphis. Sin embargo, debido a sus artículos tan críticos con las condiciones de las escuelas para alumnos negros, la Comisión Educativa de Memphis le apartó de su puesto como profesora, despido que le dejó devastada. Y eso no era nada comparado con lo de la violencia y los linchamientos. Tras la ejecución sin juicio de unos amigos, escribió en el Free Speech and Headlight: “Solo nos queda hacer una cosa, ahorrar dinero y abandonar esta ciudad donde nunca se va a proteger nuestras vidas o nuestras propiedades ni vamos a tener un juicio justo sino que se nos asesina a sangre fría cuando somos acusados por blancos”. A partir de entonces comenzó a investigar los linchamientos siguiendo métodos de investigación periodística, sobre todo entrevistando a gente relacionada con el asunto. En Tunica, Mississippi, en 1892, un padre blanco le había implorado a una turba de blancos para que matara a un hombre negro con quien su hija se acostaba “para salvar la reputación de la hija”. En mayo de ese año, Wells publicó un editorial en el que condenaba “esa vieja y trillada mentira de que los hombres negros violan a las mujeres blancas. Si los sureños no tienen cuidado, se puede llegar a conclusiones que serán perjudiciales para la reputación moral de sus mujeres”. Las instalaciones del periódico fueron incendiadas y ella no volvió a Memphis nunca más. En octubre de 1892, Wells empezó a publicar sus investigaciones sobre linchamientos en un panfleto titulado ‘Southern Horrors: Lynch Law in All Its Phases’. Tras examinar varios casos que alegaban “violaciones de mujeres blancas”, llegó a la conclusión de que era sólo una excusa que ocultaba la verdadera razón: el progreso económico de los negros competía directamente con los blancos del sur, además de las ideas que tenían los supremacistas, quienes pretendían que los negros ocuparan una segunda clase en la sociedad. Muchos estados del sur promulgaron leyes para privar de derechos civiles a los negros e incluso a los blancos pobres mediante impuestos para votar, exámenes de alfabetización y otros mecanismos. Wells incluso llegó a proponer el uso de las armas para defenderse contra los linchamientos. En un panfleto de 100 páginas titulado ‘El Informe Rojo’ (1895) describió pormenorizadamente los linchamientos desde la Proclamación de la Emancipación en 1863, y los conflictos contra los negros en el sur desde la Guerra Civil. Los linchamientos llegaron a su apogeo, qué horror, entre 1880 y 1930. Durante la Reconstrucción, muchos americanos del norte no eran conscientes del alarmante aumento de la violencia. Ella estaba convencida de que durante los tiempos de esclavitud se habían contenido los ataques debido al valor económico que los esclavos tenían; pero, desde la emancipación, “diez mil negros han sido linchados, asesinados a sangre fría, sin ningún tipo de juicio formal ni ejecución legal”. Aun así, ya durante la esclavitud se utilizaba el asesinato como represión ejemplarizante para que no se produjeran rebeliones. Tras la Guerra Civil, muchos blancos temían que los negros, que eran mayoría en muchas áreas del sur, les avasallaran de alguna manera, y recurrieron a la violencia para subyugarlos. Durante la Reconstrucción, usaron los linchamientos como arma para imponer la supremacía blanca, temiéndose una dominación negra a través del voto y el gobierno. De hecho Ida B. Wells recomendaba que los negros abandonaran las áreas más conflictivas para proteger a sus familias. Sabía que muchos blancos proclamaban que había que matar a los negros para vengarse de sus ataques contra las mujeres blancas, porque asumían que toda relación entre una mujer blanca y un hombre negro implicaba violación cuando era mucho, muchísimo más frecuente, que los hombres blancos se aprovecharan de su posición de poder y privilegio para abusar de las mujeres negras. La violencia de los linchamientos y la violencia sexual estaban íntimamente relacionadas. Wells incluyó en su ‘Informe’ decenas de páginas con estadísticas sobre linchamientos cometidos entre 1892 y 1895 y también casos específicos hasta el más mínimo detalle, especificando que había obtenido los números en artículos escritos por periodistas blancos, en oficinas de prensa blancas y en periódicos blancos. Tanto su primer panfleto ‘Southern Horrors’ como ‘El Informe Rojo’ fueron ampliamente difundidos y reconocidos en el norte. En el sur, pocas veces se incriminaba o juzgaba a quienes perpetraban estos actos horrendos. Wells no era muy optimista en cuanto a que su investigación revirtiera el verdadero motivo por el que los linchamientos sucedían, es decir, el hecho de que eran un instrumento supremacista. Apelar a la compasión no parecía suficiente. En ocasiones pensó que sólo había una salida: la lucha armada. Aunque nunca dejó de intentar ganar adeptos contra la barbarie, como por ejemplo, la gente del Reino Unido, a donde viajó en 1893 y en 1894 a hacer campaña contra los linchamientos. Fue invitada por dos conocidas abolicionistas, Catherine Impey e Isabella Fyvie Mayo, quienes habían invitado primero a Frederick Douglass pero él ya estaba muy anciano y declinó la oferta. Antes de iniciar su segundo viaje, Wells llamó a William Penn Nixon, el editor del Daily Inter-Ocean, un periódico republicano de Chicago, el único gran periódico blanco que se atrevía a denunciar la barbarie. Nixon le encargó a Ida B. Wells que enviara artículos para el periódico desde Inglaterra, convirtiéndose ella en la primera corresponsal negra de un periódico blanco en el extranjero. Wells hizo una gira por Inglaterra, Escocia y Gales, congregando audiencias en los miles, lo que aseguró su cobertura en la prensa británica pero también americana. Por cierto, The New York Times se refería a ella como “esa mulata infame de mente asquerosa”.
En 1895, Ida se casó con el abogado viudo y con dos hijos Ferdinand L. Barnett, también activista prominente por los derechos civiles y periodista en Chicago. Se habían conocido en 1893 mientras elaboraban un panfleto para protestar por la escasa presencia de negros americanos en la Exposición Mundial Columbina. Barnett había fundado en 1878 The Chicago Conservador y pronto fichó a Wells para que escribiera en su cabecera. En definitiva, no sólo se convirtieron en marido y mujer sino que formaron un tándem profesional y una alianza ideológica. Tuvieron cuatro hijos más. Ida se esforzó por seguir trabajando después del nacimiento de sus hijos. Ese año de 1895 falleció Frederick Douglass, gran admirador de Wells, por cierto, dejándole a Wells el puesto como activista más notoria. Pero muchos, tanto hombres como mujeres, no se sentían cómodos con el liderazgo de una mujer. Además, a otros líderes más tradicionales como Booker T. Washington, W. E. B. Dubois y otros activistas, Wells les parecía demasiado radical. A veces llegaron a colaborar pero también tuvieron incontables diferencias y competencia por sus ideas y programas. El nombre de Wells fue excluido de la lista de fundadores del NAACP, por ejemplo; según Dubois ella no quiso ser incluida pero según Wells fue el propio Dubois quien la ignoró.
El papel de Wells en el movimiento sufragista estaba estrechamente ligado con su cruzada vital contra el racismo y la discriminación. Su visión de la emancipación femenina era pragmática y política. Como todas las sufragistas creía en el derecho de las mujeres a votar, pero sus ideas más amplias en cuanto al racismo y la violencia de los linchamientos le enfrentaron con algunas organizaciones sufragistas. Por ejemplo, con la Woman’s Christian Temperance Union o WCTU, una poderosa organización de mujeres con ramas en cada estado que abogaba por la sobriedad y la templanza. Wells había acusado a la presidenta de la WCTU, Frances Willard, de permanecer callada ante los linchamientos y no sólo eso, la tal Willard había declarado que “la raza de color se multiplica como las langostas de Egipto y la tienda de ultramarinos es el centro de su poder… La seguridad de las mujeres, de los niños y de las casas se ve amenazada en miles de localidades”. Wells acusó a Willard de utilizar una retórica que promovía la violencia y los crímenes contra los negros.
En 1913 se aprobó una ley de sufragio en Illinois que le otorgaba el derecho al voto a las mujeres de ese estado para elegir electores presidenciales, alcalde y concejales, aunque no gobernador o miembros del Congreso. Esto llevó a que Wells organizara el Alpha Suffrage Club para avanzar en el derecho al voto, enseñar a las mujeres a comprometerse en los asuntos cívicos y trabajar para que se eligieran afroamericanos. El Club tuvo mucho que ver en la elección del primer concejal negro de Chicago, Oscar De Priest.
Las centinelas
Ya sabemos que ese año de 1913, Alice Paul y la NAWSA habían organizado el Desfile en Washington durante la inauguración del presidente Woodrow Wilson para exigir el sufragio universal. Wells y otras activistas de Chicago se unieron a la marcha pero se encontraron con que la loca que encabezaba la delegación de Illinois les dijo que la NAWSA quería que la delegación fuese blanca en su totalidad y que las sufragistas de color tenían que ocupar una delegación de color al final del desfile. Obviamente, en vez de situarse al final, Wells esperó en la zona de espectadores a que pasara la delegación de Chicago y se unió a ella cuando le alcanzó.
[Durante la IGM, el gobierno puso a Wells bajo vigilancia por considerarla una agitadora racial peligrosa. Ella continuó con su activismo como de costumbre. Escribió crónicas sobre los disturbios raciales de East St. Louis y los de Elaine y por ello regresó momentáneamente al sur después de treinta años. En 1928 empezó a escribir su autobiografía pero nunca la terminó. Murió de uremia en Chicago, el 25 de marzo de 1931. Su hija pequeña, Alfreda, la publicó póstumamente en 1970: Cruzada por la justicia. La autobiografía de Ida B. Wells].
Por lo menos medio millón de espectadores se congregaron para presenciar el Desfile y como la protección policial era escasa o simplemente no intervinieron, pronto se produjeron tumultos. Algunos miembros de la guardia nacional, algunos boyscouts y algunos estudiantes intentaron proteger a las manifestantes. Los incidentes generaron mucho debate y simpatía hacia las activistas.
Pero los agresivos métodos de Alice Paul llevaron a una escisión en la NAWSA y en 1916 ella fundó el National Woman’s Party, financiado por una millonaria llamada Alva Belmont. En 1917 participaron en una campaña de desobediencia civil conocida como Silent Sentinels, vestidas de blanco y en silencio, durante seis días a la semana, durante dos años, unas dos mil activistas se turnaron para sujetar pancartas enfrente de la Casa Blanca exigiendo el derecho al voto. Pero cuando USA entró en la guerra, las centinelas fueron arrestadas y encarceladas, lo que causó muy mala impresión en la opinión pública teniendo en cuenta que se trataba de una protesta pacífica que recibía respuestas violentas por parte de las autoridades y de alborotadores.
El 20 de octubre de 1917, Alice Paul fue encarcelada para cumplir una condena de 7 meses en la Cárcel del Distrito. Ella y otras activistas no habían conseguido asegurarse el tratamiento especial de presas políticas y tenían que compartir penalidades con las presas comunes. Para protestar por las durísimas condiciones carcelarias, Paul emprendió una huelga de hambre por la que fue conducida a una unidad psiquiátrica y alimentada a la fuerza: le introdujeron en el estómago huevos crudos a través de una cánula. En la prisión Occoquan, otras activistas fueron asaltadas por las autoridades de la prisión en lo que se llegó a conocer como Noche del Terror; a una de ellas le dio un ataque al corazón. A finales de noviembre fueron liberadas y al cabo de dos meses el presidente Wilson anunció un proyecto de ley sobre el derecho al voto de las mujeres.
Una vez que se hubo conseguido el sufragio universal, Paul y otras activistas del National Woman’s Party apoyaron la Enmienda de Igualdad de Derechos (Equal Rigths Amendment – ERA), redactada por Paul y Crystal Eastman. La bautizaron como Enmienda Lucretia Mott, en honor a la activista de los derechos de las mujeres y de los negros de la generación anterior. “Los hombres y las mujeres tendrán igualdad de derechos en todo Estados Unidos y en todo lugar sujeto a su jurisdicción”, decía. Fue entregada en el Congreso en 1923. Veinte años más tarde se rebautizó como Enmienda Alice Paul y su texto todavía se lee: “La igualdad de derechos ante la ley no debe negarse en los Estados Unidos ni en ningún estado basándose en el sexo”.